Diario de un visionario

Ángeles Sánchez Portero · Zaragoza 

Tras el naufragio, decidí montar un gabinete jurídico a orillas del mar. Un proyecto novedoso que a buen seguro aumentaría mis arcas. Sin embargo, desde entonces, los únicos que pasaron por aquí fueron clientes de poca talla: cangrejos multados por ir en dirección contraria, caballitos de mar acosados por el vértigo amoroso de sirenas, y algunas ostras desdichadas a las que robaron sus perlas. En la brújula del destierro, es difícil hallar un rumbo certero con el que aumentar mis ingresos. Si no encuentro un cliente poderoso, mi negocio se irá a pique, hará aguas y se hundirá. Pero no pierdo la esperanza. El gran carámbano de hielo que hace días asomó en el horizonte, se acerca irremediablemente hacia esta cálida isla. Y sé que tras la colisión, dejaré de ser un vástago de la abogacía tras defender al planeta del cambio climático.

 

 

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