Imagen de perfil¡EN SU HONOR!, TE LLAMAS MELQUÍADES

Amparo Martínez Alonso 

Como animal enjaulado, camina en todas las direcciones, sabiendo que es una carrera perdida, incluso antes de empezar. ¡Un esclavo no puede ir contra su señor! Se tapa la boca para ahogar el gemido que crece en su garganta al escuchar la conversación que el duque de Montemayor (el amo) mantiene con Adela, su hija casadera. Le comunica que, tras los esponsales, recibirá como legado al fiel esclavo, pero que se niega a concederle la mujer de este, ¡separándolos!

El esclavo, echa a correr calle arriba. ¡Cuántas veces había leído aquel cartel, practicando las letras con la dulce Adela!: “Mel-quí-a-des-a-bo-ga-do”.

Tras la extrañeza y dudas iniciales, el jurista accede a los ruegos del siervo. Aunque sus honorarios superan los escasos maravedíes que aquel “cliente” saca de su hatillo, Melquíades acepta defenderle…

Y, así fue que nuestro antepasado pasó a la historia como el primer abogado en representar a un esclavo.

 

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