Imagen de perfilNo se aprende lo que ya se es

Julian Uribe · St-Hubert 

Don Miguel es un hombre de campo, amable y alegre, a pesar de los golpes de la vida. Trabajó desde niño hasta juntar plata para un pedacito de tierra. Hizo construir una vivienda en bambú, un material barato de la región, compró una vaca, dos gallinas, sembró la huerta y luego se casó. Todo iba bien hasta que apareció la guerrilla reclamando una contribución voluntaria. No se contentaron con la vaca y el par de gallinas. Abusaron de su esposa, la mataron, y a él, lo echaron como un perro. Es que no se le notaba la preñez. “Es un caso perdido”, le dijo su abogado, “al pobre le toca volverse resiliente”. “Nunca he trabajado en eso”, respondió Don Miguel, “mejor vuelvo de jornalero”. Lo último que supe fue que juntó para otra tierrita más cerca del casco urbano, compró una vaca, un par de gallinas y anda buscando mujer.

 

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1 comentario

  • «Resiliente», una de las palabras establecidas para confeccionar el relato, convertida en clave principal de esta narración. La capacidad de adaptación de este personaje es total. Habría sido comprensible que hubiese querido vengarse de esa guerrilla, que renegara de volver a hacer lo mismo, a que otro golpe inesperado se lo arrebatase todo en un instante, pero el se acomoda a lo que venga, porque está en su naturaleza.
    Un relato con un título que en el que queda sintetizado toda la esencia de lo que se cuenta, sin que, al leerlo la primera vez, deje traslucir por ello el desenlace.
    Un saludo y suerte, Julián