Imagen de perfilLa visita

Santos Gozalo Ledesma 

Conozco la vivienda demasiado bien como para olvidarla. Dos chicos que acaban de bajar del autobús urbano miran hacia aquí, pero a mí me da igual porque soy una experta pasando desapercibida.

Cruzo el portal y subo las escaleras. Supero el último obstáculo y entro en el domicilio. Hoy también se ha vuelto a dejar la luz del salón encendida. Sobre su vientre, descasan los papeles que le están sirviendo para construir la estrategia de defensa de su cliente. Para él, no es una cuestión material, sino de principios. Su actitud resiliente le impide tirar la toalla. Intento acercarme a él, pero no lo consigo. Advierto que mueve los brazos y empieza a abrir los ojos. Entonces mis extremidades comienzan a desvanecerse. Primero, los pies. Después, los brazos. También, el tronco. Lo miro por última vez a modo de despedida mientras anhelo la llegada del próximo sueño.

 

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