Imagen de perfilEl mejor testigo

Luis Ocaña Escolar · Sevilla 

Comenzó la vista. La tensión se disparó. Nervios a flor de piel, como en cada juicio.

Esta vez, además, había dedicado semanas a preparar instructas, revisar material probatorio y adelantar las conclusiones.

No siempre se enfrentaba uno a un asunto contencioso tan interesante y complejo. Defendía la no edificabilidad del litoral. Sus clientes, los ecologistas, querían una costa sin desarrollo urbano: ni viviendas ni locales. «Ladrillo cero» era su lema. Y solo terminaría siendo resiliente o perdedor. Así se lo plantearon. No era una mera cuestión de orgullo ni de prurito profesional. Iba más allá.

Para ello contaba con el mejor testigo, el único capaz de construir un relato creíble para apoyar su trabajo de defensa. Con su testimonio, el encargo saldría adelante. Era el más convincente y sus palabras resultaban siempre verosímiles.

Accedió a la sala:
– ¿Jura o promete decir la verdad?
– Las dos cosas, señoría.

 

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