Imagen de perfilEL ABOGADO DE LA BICI

Laura Pérez-Morala 

Muchos domingos de mañana le veía con su bicicleta. Se paraba junto a una tienda donde se sentaba un inmigrante que pedía sin pedir; tendía su pobreza, pero no la mano; y sólo hablaba si le hablaban. Yo, que también era ciclista, tuve la oportunidad de conocerlo.

Supe que hablaban de temas sociales como el de la brecha de desigualdad entre los suyos, porque él mismo, el camerunés Badgi, me lo contaba.

Un domingo que salí a darme mi acostumbrada vuelta, lo encontré más positivo que nunca, contento y dicharachero. Me dijo que el hombre de la bici era su propio abogado, y que ya no sentía que alguien le pudiera discriminar, porque ese mismo día le habían dado una buena noticia: ya no le expulsarían.

Su alegría me contagió tanto que, a pesar de las cupresáceas y mis setenta y tres años, hice más kilómetros. ¡Mis agujetas dan fe!

 

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2 comentarios

  • Tres personajes llenos de humanidad: el inmigrante, digno y educado pese a sus penurias; el abogado de la bici, solidario y humanitario y, por último, el narrador y personaje también, el otro ciclista, que al final descubrimos que es anciano y tiene buen corazón, pues se alegra de que se aplique eso que llamamos (con mayúscula) Justicia.
    Buen relato, Laura.
    Un saludo