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Esther Gomez Babin 

Hace mucho tiempo, me abrió una brecha en la cabeza de un golpe. La desigualdad de fuerzas siempre fue evidente; yo era una cría menuda, aunque envalentonada, y él era enorme y fuerte, amparado por la impunidad de la niñez, que le permitía discriminar a los débiles a cada oportunidad.

Hoy, tantos años después, nos volvemos a encontrar. Pero ahora el contexto es positivo para mí. Se le acusa de hurtos y trapicheos y yo soy su abogada de oficio. Mi primer instinto es salir corriendo, pero mi profesionalidad me sienta frente a él, y en sus ojos y sus palabras aprendo que, indirectamente, fui víctima de su experiencia de maltrato. Llego tarde para salvarle de todo aquello, pero puedo ayudarle a caminar en la dirección correcta. Sonriendo, le enseño la sombra de mi cicatriz, y le aseguro que él también puede seguir adelante, a pesar de la suya.

 

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