ALARMA
ANGEL BRAVO DEL VALLE · MADRIDEstoy de guardia del turno de oficio. Me llaman para asistir a un detenido por un delito de lesiones. Al parecer, ha agredido a un vecino, provocándole una brecha en la frente. Acudo como siempre, con actitud positiva. Me gusta lo que hago y siempre es una gran oportunidad de seguir aprendiendo. Pero me siento algo extraño. Hoy es un día raro: el primero desde que se decretó el estado de alarma. Me he provisto de mascarilla, hidrogel y pañuelos de papel, porque no quiero estar en situación de desigualdad con el resto de los operadores jurídicos que me encontraré en el juzgado de guardia. Llego a comisaría, y tras no declarar allí (lo habitual), vamos al juzgado. Y mi sensación de extrañeza aumenta cuando me viene un acceso de tos, como cada mañana, fruto de mi adicción al tabaco, y no se me permite el acceso. ¿Prevenir o discriminar?
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Buen relato. Apelas al sentido común en tiempos de pánico de manera muy brillante. Enhorabuena y mi voto.
El mundo, de repente, se ha vuelto alarmante. Muchas actividades han quedado suprimidas de manera temporal, o, más bien, sine die, mientras que las que sí permanecen en vigor están condicionadas por mil precauciones y miedo. Una simple tos puede ser motivo de gran sospecha.
Un saludo, tocayo