Imagen de perfilEL ABOGADO ERRANTE

Rosa Mª Rivera 

La mañana, nublosa. La localidad, pequeña, confinada del caos urbano. Excelsa amalgama entre tiempo y espacio. Era yo como un cartón andante que enmarcaba: «proyecto de abogado», tímido, lacónico y taciturno. Subía planta arriba maletín y toga en mano. ¡Ting! (el ascensor). Pasillo, vacío, observé, pero, al fondo, alguien por fin:
―Disculpe ¿la sala 7?
―Aquí es, reparó.
Su actitud era absorta pero alada. Un abogado entrado en años pero de transparencia jovial pues parecía deglutar una piruleta roja.
―¿Y la concurrencia?
―Ya vendrá ―replicó―. Entonces… la senectud… ¿crees garantiza la sapiencia del individuo? ―perpetró―.
Al actualizar la pregunta en mi mente…
―Bueno, sí, «debería» ―contesté retraído―.
Él sonrió para sí.
―Baja, ‘proyecto de letrado’. Ahí encontrarás la sala 7.
Planta abajo, ciertamente, me esperaban…
―Letrado ¡¿y este retraso?!
―Disculpe, Señoría, erré con la planta de arriba.
―¡¿Bromea?! ¡Arriba no hay más planta que ésta! ¡¿podemos iniciar ya la vista?!

 

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