¡Maldita diabetes!

Eva María Cardona Guasch · Ibiza 

Percibo el grito de querella de mi abogada al leer mi esquela. Trabajó a la carrera para conseguir rápidamente el divorcio de mi esposa, que me despreciaba. Antes que mi maltrecho corazón fallara, yo deseaba casarme con Miriam, venezolana, treinta años más joven, pizpereta, lista, amorosa. Pensaba alcanzar con ella mi última estación. La abogada lo sabía y trabajó con ahínco, tratando de acelerar los farragosos trámites infinitos para obtener resolución cuanto antes. Intentó un acuerdo razonable: arbitraje estéril. No hay nómina millonaria que pague sus desvelos. Pero mi tren aceleró inesperadamente impulsado por un traicionero combustible: azúcar en sangre, sangre de azúcar. ¡Maldita diabetes! ¡Lenta Justicia! En el mismo instante que Su Señoría firmaba la sentencia yo tocaba el Cielo. Desde aquí bendigo a Miriam. No me amaba, ahora lo sé; pero me necesitaba. Y yo a ella La abogada… ¡¨quién pagará su minuta?

 

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