Los gritos

Fernando Gayo Sánchez 

La puerta está abierta y los gritos se oyen en toda la manzana como una carrera de obstáculos. El hombre sujeta a una mujer por el brazo mientras la zarandea. Uno de los vecinos se ha encarado con el atacante en un arbitraje solidario, y esgrime su nómina como un pañuelo de números que pudiera frenar la agresión. -Yo también soy tu mujer, Manolo. -Y yo – añadió la del quinto, olvidando la querella impuesta por la comunidad por falta de pago. -También yo -le espetó el abuelo del tercero, que salía camino de la estación a recoger a su nieto temeroso de una caída inoportuna. Manolo, atravesado esta vez por una vergüenza contagiosa, soltó a Marta tratando de huir de aquella escena. No había dado tres pasos cuando una niña de unos doce años se plantó frente a él. -Papá, yo también soy tu mujer.

 

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