La farsa fatal

María Eulalia Serrano Pérez · Mérida (Badajoz) 

Me refugié en la Estación de Atocha, aunque no tardarían mucho en encontrarme. Nunca me arrepentiría bastante de haberme casado con Fernando. Me engatusó con su relumbrón de abogado de prestigio. No puedo evitarlo, desde que mi abuelo presidió el Supremo, me hipnotiza el lenguaje jurídico, tan elegante, tan formulista, tan incomprensible. Mi ex se dio cuenta de mi debilidad, de mi estupidez y de la abultada fortuna de mi padre. Y me enamoraba con el detalle de sus demandas, sus querellas y hasta de algún arbitraje. Fue casarnos y abandonar su prometedora carrera. Antes puso todo mi patrimonio a su nombre. Después, todo fueron desaires. Pude soportarlos hasta que empezó a hablarme con una ordinariez de taberna. Entonces no tuve más remedio que asesinarle, recuperar lo mío y volver con mi antiguo novio. Ese tan insulso y tan auténtico, que sólo tenía una nómina de funcionario.

 

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