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Miguel Ángel García Rodríguez 

Mi hermano siempre fue el exitoso. Si se le busca en Internet, aparece su foto en varios titulares como el abogado que logró evitar una multa histórica a una famosa compañía por contaminar una reserva natural o que consiguió evitar la cárcel a un político de dudosa reputación en un juicio por corrupción.
Yo, abogado como él, siempre he sido su polo opuesto. He usado mi profesión para empatizar con las causas perdidas.
Mi última cruzada trataba de salvar un valle que, tras una comisión de expertos, vieron viable inundarlo para construir un pantano.
Tras el desestimatorio de mi demanda de declarar el pueblo que se encontraba en aquel valle como conjunto histórico, fui con todo consiguiendo implicar a diversos grupos ecologistas.
Frente a mí, mi hermano, defendiendo que el valle fuera borrado, como los recuerdos de nuestra infancia en aquel pueblo que quedaría sepultado bajo las aguas.

 

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