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Marta Trutxuelo García 

El lunes, siguiendo las directrices de la comisión de desarrollo de competencias digitales del bufete, me asignaron un pasante. En nuestro primer caso, mi nuevo compañero auguró el veredicto: “Desestimatorio”, pronunció con voz metálica. “¿Desestimatorio”, cuestioné, incrédulo, y enarbolé con mi habitual entusiasmo los argumentos que rebatirían, sin duda, su frío fallo: los cargos aplicados por la entidad eléctrica eran abusivos y hubo errores de forma en la comunicación del contrato a nuestro cliente, ya que se realizó exclusivamente por internet. “El valle debería ser algo más que una tarifa con la que especulan algunos… ¡Dichosa brecha digital!” concluí, acalorado. Mi compañero contestó con un escueto: «No entiendo». Ni yo… cómo empatizar con un compañero que no capta la ironía, ese rasgo tan ligado a la profesión, tan propio de mentes inteligentes… y humanas. ¡Dichosa brecha digital!, pensé mirando de soslayo al pasante virtual que me observaba desde el ordenador.

 

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