Imagen de perfilEL LEGADO DE BERNARDO

Raquel Gómez Aldama 

Tras su pérdida a Carla le invadió la sensación de fatiga propia de quien no encuentra ni consuelo ni refugio en el abrazo de la noche. La almohada insensible, otrora comprensiva y maternal, se había desentendido de su dolor y adoptado una textura rugosa y pétrea; abandonándola, cansada ya de asumir la responsabilidad de consultora y apaciguadora de los tormentos del alma. Si bien es cierto que Eduardo era un abogado familiar de renombre, a Carla le consumía tener que litigar contra quienes le desgarraban por segunda vez: la primera el vientre al nacer y en esta ocasión el corazón y el bolsillo. Una de las cláusulas de la herencia de su esposo Bernardo y la disconformidad de sus hijos eran el motivo del pleito, pero Carla nunca comprenderá cómo es posible que, siendo la muerte tan triste de por sí, Sara y Diego pudieran conferirle un valor tan trivial.

 

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