Imagen de perfilCaperucita y sus juicios

Jesús Marinetto Iglesias 

La pérdida de la abuelita fue un varapalo para Caperucita, sus familiares y vecinos de la aldea. El primer asalto, después de un duro procedimiento penal, que acabó con la condena del lobo como autor de asesinato con alevosía, había llevado hasta la más absoluta fatiga. Litigar es para abogados, no para cazadores y leñadores. Aun así, en la aldea, se armaron de valor para afrontar el nuevo episodio judicial, en defensa de la pequeña de la capa roja: la impugnación de la herencia de la abuelita, que, para sorpresa de todos, dejaba la totalidad de sus bienes al feroz animal. Ni el más avispado abogado se atreve a especular sobre el final, pero una cosa está clara: ninguno será feliz ni comerá perdiz.

 

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