Imagen de perfilFuerza inquebrantable

Mercedes Sáenz Blasco 

Agobiada por la sanción que acababa de comunicarme el jefe de la administración de hacienda, no vi el cuadrado que dibujaste en su almanaque –junto al 28 de febrero- hasta que dijo: Bórralo. “Faltaba el día de mi cumple”, refunfuñaste. Y tenías razón, aquel año no fue bisiesto. Camino de la pensión tu grito “No es justo”, me rompió el alma. “¡Ay, hijo, hay tanta injusticia!” “¿Injusticia? ¿Qué es eso, mami?” Entonces me desahogue contigo porque creí que con tres años no entenderías, o no te dolería tanto, y te conté cómo nos embargaron el piso por ser tu padre fiador de su jefe. Cómo la depresión le llevó al suicidio. Y cómo yo, embarazada y sola, me vi en la calle. “No llores, mami, voy a arreglarlo todo” Fue cuando descubrí en tus ojos esa fuerza inquebrantable que hoy te coloca en lo más alto del estrado.

 

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