Vista para sentencia

Ernesto Fernández-Bofill González 

Aquel día al llegar a los juzgados su mirada quedó atrapada por el solitario bloque de hormigón situado en el otro extremo de la plaza. Diseñado, como ella, para ocupar el centro de todas las miradas, finalmente la majestuosidad del entorno y los sinsentidos del sistema lo habían desplazado a ese lateral en el que, al igual que ella, sufría la peor de las soledades, consciente de la indiferencia de todas las miradas. Esa soledad en la que día a día la había encerrado Luis, aquel zoquete del que pronto aprendió a huir en la cafetería de la Facultad, y con el que, superado el estudio del corpus, fundó varios despachos, un hogar y una vida en común; sociedades todas ellas de las cuales, cual piraña que aniquila todo resto de vida a su alrededor, pretendía desalojarla definitivamente esa mañana. En unas horas su vida quedaría vista para sentencia.

 

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