Pésimas consecuencias

M¡¦ Victoria Gil Arregui · San Sebastián 

El Secretario del Juzgado sabía que se la estaba jugando, su actividad como espía no cuadraba con su status laboral, pero qué demonios, la tentación era demasiado fuerte, ante sí rutilaba el expediente incoado al impresentable de su cuñado, lo abrió Saboreando la desfavorable sentencia, le pareció notar por la zona del cogote que alguien lo observaba. Era el letrado Jovellanos, quien en ese instante puso una zarpa sobre su hombro; el Secretario sorprendido dio un respingo, atragantándose con la gominola que le estaba ayudando a calmar el desasosiego de su delictiva acción. Su color se tornó cárdeno del mismo tono que la subcarpeta del averno, Jovellanos enérgico gritó ¡ayuda! mientras le efectuaba la maniobra del abrazo del oso pardo, el Secretario expelió como un cohete la fatal golosina, que fue a parar al ojo izquierdo del Decano Emérito del Ilustre Colegio de Secretarios, único ojo útil a su edad.

 

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