Maldita tele

Ignacio Hormigo de la Puerta · Sevilla 

A aquel letrado se le habían acabado las ideas. Había trabajado duro en el caso, explorado cualquier estrategia de defensa posible, pero cómo defender lo indefendible; su cliente, un espía de medio pelo, había tenido la brillante idea de intentar desactivar el cohete enemigo vaciándole una bolsa de gominolas en el tanque de combustible. El resultado no había podido ser más desastroso; el cohete se había disparado y había ido a impactar en nuestro territorio, concretamente en la mayor granja avícola del país. Nueve mil quinientas veintisiete aves y un indefinido pero cuantioso número de huevos había sido el resultado del macabro recuento de bajas. Ríete del Kentucky Fried Chicken. La sentencia estaba cantada; cadena perpetua por alta traición. Llegada la hora del alegato final, el abogado se llevó las manos a la cabeza, levantó la mirada como clamando al cielo y gritó; ¡Ay, McGiver, cuánto daño has hecho!

 

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