El viejo quiosquero

Eduardo Arturo Carmona Martínez · Chiclana (Cádiz) 

Siempre le habían subyugado las historias en las que intervenía un espía. Y sus métodos expeditivos. Y este caso reunía todos los ingredientes de una buena novela negra. Su cliente, un hombre de poca cultura, tosco carácter y permanente silencio, poseía un kiosco en el centro de aquel olvidado pueblo, en el que vendía cohetes y caramelos para solaz de los más pequeños. Observaba desde su pequeño cubil, el ir y venir de aquellas traviesas risas. El día de autos, él también sonreía. Su mujer, la cotilla oficial del pueblo, había aparecido envenenada en la vetusta casa, maquillada como Marlene Dietricht y vestida con trazas de prostituta. El letrado lo defendió hasta la extenuación, alegando la eximente de demencia senil. La sentencia no dejaba lugar a dudas. Reo de asesinato. Una gominola infriltada con arsénico había aparecido en el bote de las medicinas de su “querida” esposa.

 

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