El sótano
María García Rivera de la Plaza · MadridDe niño,el mejor premio que mi padre me podía dar era una gominola. Era un hombre serio,parco en palabras, pero con una mirada limpia y transparente que lo decía todo. Se pasaba el día metido en su sótano, entre planos y maquetas. Sentía una gran predilección por su último invento: el cohete V5. Durante las tardes no se nos permitía hacer ruido en casa; la sentencia “silencio absoluto” entre las tres y las cinco quedó establecida años atrás, cuando el ruido por los juegos le distrajo en más de una ocasión, suponiendo el fracaso de sus experimentos; con la consiguiente denuncia del cliente de turno por no lograr el invento. Nuestro tío Renato, letrado de reconocido prestigio era quien nos sacaba de éstos apuros. Siempre quise saber más sobre mi padre,así que decidí esconderme y observarle. Me convertí en su espía. Me pasé horas viéndole trabajar.