EL CUENTO DE LA PIRAÑA

Manuel Pablo Pindado 

– Así que, resumiendo, Doña Soledad, la portera del bloque, tiró ese pez por su inodoro con instrucciones concretas de que subiera hasta su baño, en el quinto piso, para morderle en el trasero –. – No era un pez cualquiera, señor, era una piraña amaestrada, muy lista, con una boca enorme –. – Bien, una piraña. Y usted, el acusado, al levantar la tapa del inodoro y encontrar la piraña, pensó que podría matarla con alcohol, así que vació allí todos los frascos de colonia que encontró, que pertenecían a su madre –. – Sí –. – ¿Y este lamentable suceso no ha tenido nada que ver con ningún juego? –. – No, señor – contestó, con lágrimas en los ojos –. El abogado suspiró, divertido. – Mira hijo, no seas zoquete. Te aconsejo que te declares culpable cuando venga tu madre. Es el único sistema que a mí me funciona –.

 

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