Dulces vicios

Natalia Lechón Camino · Valladolid 

Disciplinada como pocas, tenía un vicio, una adicción que no podía contener. De nada servían sus esfuerzos, casi siempre vanos; de nada valía ser persona razonable en casi todos los aspectos de su vida; aquello era superior a su espíritu sacrificado y voluntarioso. No debo hacerlo, se decía, consciente de no poder evitarlo. Analizaba pros y contras. Intentaba convencerse de que, después de un placer sin límites, llegaría el precio a pagar. Movió los ojos a un lado y a otro, sin apenas girar la cabeza, cual espía. Nadie la observaba, pero ella, sabedora de su mala acción, dictó su sentencia: culpable. Y salió rápida, como un cohete. Por favor, cien gramos. Y se sentó, casi a oscuras, en la sala de Letrados a devorar sus gominolas.

 

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