Dulce traición

Lola Sanabria García · Madrid 

El letrado hizo todo lo posible para que el osito de menta encontrado entre los matorrales, al otro lado de la valla donde trabajaban en el diseño de un nuevo cohete, no se presentara como prueba. Sin embargo, allí estaba, dentro de su bolsa de plástico. Veinte años ejerciendo de espía y ni un solo fallo. El acusado intentó despegar con la punta de la lengua la fresa adherida al paladar, mientras el portavoz del jurado leía el veredicto. El juez lo miró por encima de sus gafas correctoras de presbicia, sin un atisbo de clemencia. Sería duro con la sentencia. José Rodríguez, apodado “El gominola”, recordó la advertencia de su madre. Se había quedado corta: su adicción a las chuches no solo le destrozó la dentadura, también, y lo que era peor, estaba a punto de arruinarle la vida.

 

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