Descanso obligado

Ana Rubio Ramírez 

La soledad habita en mi reino sin demandas ni desacatos. Llevo cien horas sin trabajar y me siento como una piraña en un bidé. Este sistema laboral que me obliga a descansar quince días me está matando. Por las mañanas resuelvo sudokus y me dedico a espiar a los vecinos de mi bloque. Después de comer, me distraen los programas del corazón y documentales de asesinos en serie. De madrugada, leo sentencias descargadas de Internet y veo series de abogados, que confirman mi creencia de que el concepto de esta profesión por parte del público es del todo erróneo. Yo no soy un zoquete con toga que interpreta su papel delante de una bandera y un jurado, ni tengo unas compañeras de trabajo tan visualmente encantadoras. Lo único que quiero es volver a mi oficina, con mi café, mi chaqueta y mis agobios…olvidarme de una vez de este estrés vacacional.

 

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