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Almudena Horcajo Sanz 

Nos vendieron que la felicidad se podía comprar y me lo creí.
Con cada caso que ganaba fui acumulando todo tipo de artilugios y cachivaches innecesarios; cuando ya no cabía ni un alfiler en casa, compraba otra y la llenaba de la misma forma. En poco tiempo, conseguí tener una buena colección de casas y cosas.
Tuvo que llegar el asma a mi pecho para que me uniese activamente a esos ecologistas que alertan del desastre que supone para el planeta no proteger la diversidad, la degradación de los ecosistemas, el cambio climático…
Ahora, con un hilo de voz, me desgañito en los tribunales defendiendo a un único cliente: el Medio Ambiente. Consciente de que mi estilo de vida debe ser sostenible, consumo de manera responsable; sin abandonar mi afición al coleccionismo, rebuscando en la basura logro rescatar multitud de objetos a los que queda, aún, una segunda vida.

 

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