Algo pasa en mí
Carlos Llopis SabaterLlevo meses sintiéndome extraño. Cada día, sin respetar la sobremesa, me levanto con el firme propósito de comprobar la fecha de caducidad de los yogures, como si la vida me fuera en ello. ¡Buffff, no son extemporáneos!
Replico constantemente a mi mujer ¡hoy es día inhábil, cariño! Le presento diariamente solicitudes de incoación de un café con leche.
El cardiólogo me mira pero no se atreve a definir estos nuevos comportamientos, simplemente me dice que es normal, que todos los trasplantados experimentan cosas nunca antes sentidas, y que algunos incluso creen percibir a quien irremediablemente les legó el corazón.
Le protesto enérgicamente sin saber muy bien porqué, y le pido que conste a efectos de recurso en segunda instancia.
El circo que acabo de montar me hace sospechoso de algo más que una cardiopatía. Lo mío ya no es un problema de corazón, me dice. ¡Qué sabrá él!
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Muy bueno, Carlos.
Estás dando la razón a Mariló Montero, quien se preguntaba: «¿Está bien donar órganos de una persona que ha matado a otras personas? ¿Alguien querría recibir el pulmón, el hígado, el corazón que otro que ha quitado vidas? ¿Pasa algo por llevar el órgano dentro de ti de una persona que ha matado a otros?». Pues aquí se ve lo que le pasa al donatario de un picapleitos.
Suerte.
Gracias Manuel.
No conocía la polémica de Mariló, uppps. Le hubiera dado otra vuelta al microrrelato, jeje.