Imagen de perfilLo que las cifras no cuentan

Natalia Castañeda · Madrid 

Lucía se quedó pálida. Soltó la cesta y las latas rodaron por el pasillo del supermercado. No podía creer lo que acababa de escuchar al otro lado de la línea cuando apenas había transcurrido una hora desde que se despidieron en la puerta de los juzgados.
«Las heridas dejan cicatrices, pero el miedo no desaparece, permanece como un tatuaje invisible», le había confesado.
Aún así, la vio ilusionada. Había recuperado su vida, superado las decepciones que en el pasado le impedían avanzar y aunque se le pasara por la cabeza desaparecer y mandarlo todo a hacer puñetas, Lucía siempre estuvo a su lado. Su amistad incondicional nunca entendió de fechas de caducidad; ella le animó a denunciar, se encargó de su defensa y le ofreció su casa.
Las lágrimas inundaron su rostro. Su amiga había sido asesinada y para las funestas estadísticas sólo se trataba de una cifra.

 

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