El pasante

Eva María Cardona Guasch · Ibiza 

Yo era un pasante callado. Los socios del despacho me tenían por apocado y pusilánime. Me usaban mayormente de chofer. Así evitaban buscar aparcamiento cuando acudían a sus reuniones. En verano mantenía el aire acondicionado a temperatura justa cuando les recogía. Un día me obligaron a parar en zona prohibida mientras esperaba: tuve que pagar la multa de mi bolsillo. Me menospreciaban. Cuando les esposaron entendí que no es morbo lo que provoca ver a exitosos políticos, empresarios o abogados someterse a la jurisdicción de los Tribunales, acusados de malversación, fraude, cohecho… Es mezquina satisfacción lo que sienten sus conciudadanos. Mientras unos se enriquecen conspirando y robando, otros no podemos escabullirnos del pago de una exigua multa de tráfico. Tiempo atrás, andando sigilosamente, como un espectro, por los pasillos del bufete los escuché hablar sin tapujos con el concejal sobre sus planes corruptos. Les delaté. No fue venganza.

 

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