Ilustración: Juan Hervás


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Ana Rosa Díez Simarro · Madrid 

Era fiscal. ¿Mi sexo? Irrelevante. Basta mi nick. Perseguía delitos informáticos. Revisaba redes sociales, páginas frikis, pornográficas… Algunas tendrían morbo, pero yo no lo apreciaba. Desvelé alguna malversación analizando apuntes contables en un servidor de las Caimán. Otras pesquisas apenas generaron una mísera multa. Siempre sospeché que los límites del espacio cibernético se perdían en lugares remotos. Pero nunca hasta qué punto. Aquel bloguero fue abogado de narcos. Ahora delata a jueces y policías corruptos. Media profesión visita su rincón en internet. Muchos sumarios aprovechan sus acusaciones. Lo mataron en un ajuste de cuentas. Él hace lo propio. Impunemente. Fracasé al intentar conducirlo ante un tribunal como testigo protegido. «No tienes jurisdicción sobre los muertos», me dijeron antes de volarme los sesos. Ya soy como él: otro espectro que escribe cuanto le place. Bienvenidos a mi blog.

 

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