La última decisión

Agustín Mansilla Zambrano · Badajoz 

Javier “el botijo”, así bautizado por aquel raterillo de extraña nacionalidad que al verlo con toga y brazos en jarra, su casi más ancha que alta figura fue suficiente inspiración, vio pasar toda su vida por delante de sus ojos. Aquella retrospectiva visión le horrorizó hasta tal punto que hizo enmienda de, en adelante, coger las riendas de su vida sin dejar que lo que uno cree que los demás esperan de ti le marcara el sendero a seguir. Sentía una profunda nostalgia por todo aquello que nunca había vivido, como pasar en compañía de su familia una fría tarde de invierno contemplando el cálido murmullo de la leña ardiendo en la chimenea. Pero la didáctica de la vida, en esta ocasión, habría de enseñar a otros que estén dispuestos a escucharla, aquella mañana, en una sobria sala de vistas dictaron su última sentencia: “el infarto ha sido fulminante”.

 

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