Imposible

Diego Marín Galisteo · Córdoba 

Javier, abogado experto en esquivar patadas por debajo de la mesa, extendió en el suelo la toga que había robado esa mañana en el juzgado con la delicadeza necesaria para que no se observaran las arrugas. Con un botijo lleno de gasolina en la mano derecha, y un ejemplar de Didáctica del Derecho a la Nacionalidad Española (Bien Entendido), escrito hace algunos años por el propietario de la prenda sustraída, en la mano izquierda, se dispuso a invocar a la doctrina más moderna mientras empapaba la toga con la gasolina. Cuando comprobó con satisfacción que no había manchado el suelo de su recién enmoquetado salón durante la ejecución del delicado proceso, se preparó para arrojar todo a la chimenea. Y allí, de pie y con un frío insoportable, vio cómo se iban apagando todas las cerillas.

 

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