Su propia justicia

Ana Belén Hernando Bibiano · Guadarrama (Madrid) 

Montó en su coche y aceleró a la velocidad de su corazón, que tenía unas pulsaciones de vértigo. Una vez cogida la autopista, sin destino fijo, intentó calmarse y analizar la situación. Lo primero que pensó fue en llamar a un abogado y contarle todo a modo de confesión. Tal vez al plantear su defensa se podría tener en cuenta el período de estrés por el que estaba pasando; o quizás podría fingir algún síndrome de estos raros que ahora lo justifican todo. Miró por el espejo retrovisor. La carretera estaba vacía y él estaba solo. No quiso pensar más. Volvió a pisar el acelerador, esta vez a fondo. Agarró con fuerza el volante y cerrando los ojos ignoró la pronunciada curva. En décimas de segundo aplicó su propia justicia y su sangre se confundió con la de ella.

 

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