Fatiga crónica

Teresa Majeroni Sánchez · Ávila 

La Justicia acabó por quitarse la venda de los ojos. Con un grácil salto, arrojó la túnica y se quedó desnuda. ¡Qué alivio! Estaba harta de las personas capciosas que, con juicio o sin él, florecían en los juicios, harta de esa maldita balanza que inverosímilmente solía inclinarse siempre hacia algún lado… Abogados, periodistas, políticos e intelectuales. Todos la querían, pero con otro nombre. El consejo general del poder judicial, la prensa devorando sus decisiones -amén de cuestionarlas-, los condenados, siempre despotricando de ella, los absueltos, unos desagradecidos… Era la eterna olvidada. Así que, sin venda ni túnica, quiso empezar una nueva vida. Si alguien la demandaba por incumplimiento de contrato (¡y qué contrato! ¡a perpetuidad!) alegaría en su defensa estrés profesional. O síndrome de fatiga crónica… Total, hacía tiempo que quería actuar en el vodevil.

 

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