Esa vez irrepetible
Ricardo Fortún Sánchez · Madrid?Bienvenido al maravilloso mundo de la abogacía?, pensé mientras recorría con la mirada aquella toga prestada. Tantas veces puesta (y repuesta), era el único escudo que me serviría de defensa ante lo que allí dentro pudiera pasarme. Nadie en la facultad me había hablado de esto; de una noche de insomnio, de un estrés irracional, de una congoja que le va ganando terreno al tiempo. Unas ojeras de justicia, sudor frío y el movimiento tembloroso e involuntario de las manos, delataban el síndrome del novato. El estómago iba a darme un vuelco y el corazón a salirse por la boca. O tal vez fuese al revés. No sé. Sólo sé que era incapaz de percibir todas las miradas que seguro se cernían sobre mí. Todo se desvaneció con las primeras palabras de aquel hombre de las puñetas. La situación me venía grande y la toga pequeña. En fin, allá vamos.