EN LEGíTIMA DEFENSA

Gonzalo-Javier Gonzalvo Bueno · Zaragoza 

Ella caminaba con sus temblorosas manos enfundadas en los bolsillos de su gabardina. Sus tacones marcaban las mojadas calles con un ritmo nocturno y uniforme. Cualquiera que se cruzase con esta abogado/a de desencantada, dura y felina mirada, hubiera percibido belleza, riesgo y problemas.
Hacía meses que el estrés se había apoderado de Eva. Había naufragado en un juicio de esos que nunca debes perder. Y aquel cliente padecía, desafortunadamente, un síndrome agudo de falta de ética.
Inmersa en sus pensamientos, ignoraba que otros pasos acechaban en las húmedas aceras. Por instinto, su mano se cerró sobre el revólver calibre veintidós que acariciaba en el bolsillo derecho de su impermeable. Sólo tuvo tiempo de ver el cañón de una pistola aproximándose a su entrecejo. ¡¨Existe la justicia¡€™Un instante después, los incansables neones iluminaban el inmóvil rostro de Eva.
¡Qué lástima! De haber disparado primero, podría haber alegado legítima defensa.

 

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