Dilema

Manuel de la Peña Garrido · Madrid 

Aquel juez hizo un discreto aparte conmigo. Me preguntó: – Abogado, ¿prefiere que trate a su cliente con justicia o que aplique la ley? “Otro ropón con síndrome raro; ¡para no tener estrés!”, me dije. Pensé que estaba ante un fanático de juegos de lógica y dilemas de prisioneros. Podría tratarse, empero, de una disyuntiva falaz: el “pellizco o pinchazo” que, según la leyenda urbana, planteaban algunos delincuentes. – Mi defensa pretende que su señoría aplique justamente la Ley –argüí arteramente. – Lúcida respuesta, pero irreal, letrado –objetó buscando mi complicidad. ¿Quiere que aplique la Ley, como un manual de lavadoras? ¿No prefiere que haga justicia, antigua virtud, encarnada incluso en una mujer? Me resisto a ser un autómata limitándome a repetir las palabras de la Ley. La llegada del fiscal abortó mi réplica. Por la sentencia supe que aquel juez era un hombre justo y, al tiempo, de ley.

 

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