Imagen de perfilAutos, los justos

Marta Trutxuelo García 

Esta vez sería el último, musitaba el juez, mientras parpadeaba al ritmo del cursor en la pantalla. La vida ya se iba a encargar de regalarle otro documento con el que emprendería un nuevo camino, el instrumento legal que sentenciaba que mañana se inauguraba la alternativa a una rutina de cuarenta años bajo el imperativo de la toga. Las interminables jornadas laborales se convertirían en días con apelativos a estrenar, no habría más autos que los de motor eléctrico y las penas serían aquellas que él quisiera llorar. El magistrado firmó su última sentencia en su último día de trabajo, pero continuó sentado, parpadeando al ritmo del cursor en la pantalla. Sonrió, su último escrito legal le iba a autorregalar una alternativa… Cambió nombres, inventó otra trama… realidad y ficción, musas, y… voilà! Mi primer relato, concluyó, satisfecho, el juez. No será el último, sentenció, tras leerlo, su mujer.

 

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