SONRISAS REVELADORAS
Alberto Puyana DomínguezHabíamos hablado del riesgo que entrañaba el juicio. La muerte de su marido y la sustanciosa herencia de la que se beneficiaría, la ponían en la diana como perfecta y única sospechosa. Así que ensayamos paso a paso, a conciencia, cada una de sus posibles respuestas con el fin de preservar una imagen de esposa abnegada y, finalmente, dolorida viuda. Acudió al primer día de juicio con un vestido negro tejido en seda que se pegaba al cuerpo como una segunda piel, guantes largos, tacones de aguja y un pequeño sombrero con un discreto velo de encaje que le cubría medio rostro.
Fue antes de mi intervención en su defensa cuando alguien del público presente susurró la millonaria cifra que heredaba la viuda y en su rostro se hizo visible una sonrisa perversa que heló mi sangre.
«Mi clienta se declara culpable», exclamé súbitamente.
Jamás volví al turno de oficio.
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¡Qué alegría verte por estos lares! Mi voto y mi ánimo. Y sí, tenía toda la pinta de culpable. Un abrazo.
Gracias, Esteban. Pues sí, un verdadero placer coincidir contigo. Mucha suerte, amigo. Mi voto también te lo llevas.
Un abogado ha de defender a su cliente, sea quien sea, incluso aunque todo apunte a su culpabilidad, siempre presunta. Otra cosa es que, como es el caso, las evidencias sean tan llamativas que esa intención pierda todo sentido. Tal vez no sea muy profesional lo que hizo, pero le comprendemos perfectamente. Ella tampoco ayudó mucho, la verdad.
Buen relato, Juan Alberto.
Un abrazo
Gracias, Ángel. Mucha suerte.
Buen relato, Juan Alberto. Esa viuda lleva la culpabilidad escrita en la sonrisa, jeje.
Te deseo mucha suerte y te envío mi voto.
Un abrazo.
Muchas gracias, Ana. Y mucha suerte para ti también.
Hay sonrisas que cuestan una fortuna, para bien y para mal. Un magnífico relato. Enhorabuena, mi voto, y un saludo
Muchas gracias, Nicolás. Y mucha suerte.
Si una sonrisa no tiene precio y allana muchos caminos desde luego que para el caso de la cliente de tu protagonista sí que tuvo un precio a pagar muy alto. Eso sí, un camino muy allanado para la cárcel aunque al protagonista le costase replantearse su futuro profesional. Muy bueno. Mi voto y un abrazo.
Enhorabuena por tan magnífico relato Alberto, qué bien lo has hilado pasito a pasito, para dar al final el vuelco definitivo a la historia. Si la sonrisa daba tanto miedito como imagino, el abogado hizo bien al cambiar de táctica.
Suerte y mi voto.
Anda que no te entran ganas de hacer lo mismo que el de la sangre helada.
Mi voto, Alberto.