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Carolina Navarro Diestre 

Mi pesadilla era quedarme desnudo durante un juicio. De forma recurrente me encontraba frente al tribunal y en un momento dado perdía la ropa. Pero en mis sueños no detenía mi alegato y proseguía con mi alocución huérfano de tejido, mi vergüenza visible para toda la sala. A menudo el juez señalaba mi falta de abrigo y yo despertaba de modo brusco; otras veces, en cambio, el tribunal en pleno estallaba en carcajadas y la humillación me devolvía al mundo de la vigilia. Cuando ocurría esto, no podía volver a dormir. Envuelto en sudor, aguardaba a que comenzase mi rutina. Todavía congestionado de angustia, salía al exterior y esperaba que los cascabeleantes pitidos de los semáforos me abriesen paso. Sólo cuando se desvanecía el riesgo, arrojaba adelante mi bastón. Entonces me palpaba con cuidado, como intentado preservar mi solidez; comprobando de nuevo, manías de pobre abogado ciego, haber salido vestido.

 

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