Allí no estaban ni Dios ni San Pedro
Mar López SalmerónOtra vez aquel pitido infernal del reloj. Claro que tenía altas las pulsaciones, era visible mi nerviosismo, de ese juicio dependía mi carrera. Justo cuando la jueza me reprendía por interrumpir, la nada.
Y de repente otro juicio, concretamente el mío ante las puertas del cielo. Y allí no estaban ni Dios ni San Pedro, sino un Tribunal de directivos de Silicon Valley presidido por Mark Zuckerberg.
_ Vemos que ha fallecido por un infarto, su tejido cardíaco era débil y sufría riesgo de miocarditis.
No sólo tenían mi historial médico. Lo sabían todo de mi: mis gustos, mis gastos… ¡Hasta los pasos diarios que daba!
Como abogado siempre buscaba preservar la intimidad de mis clientes pero la mía la había regalado a golpe de click.
Ante eso no había defensa posible y el veredicto era claro: imbécil.
Lo bueno, por imbécil no te prohíben la entrada en el cielo.
+14
Queremos saber tu opinión
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Si San Pedro dejara las llaves de la puerta de entrada al cielo a los Zuckerber de turno, hasta para ir al infierno habría que pagar. El veredicto a tu protagonista creo que ha sido muy duro. Todos nos sentimos identificados con él. Mi voto y mucha suerte. Besos.
Muchas gracias por tu comentario y por tu voto. Ojalá fuésemos más conscientes de toda la información que cedemos, ahora parece gratis pero ya verás como en el futuro pagamos por todo lo que saben de nosotros.
Triste final el de tu protagonista, que, además de muerto, queda expuesto al infernal mercantilismo digital, por imbécil. Pero que tire la primera piedra el que esté libre de un click… Buen relato, con esa fina ironía que lo define y, de paso, nos define a todos. Enhorabuena, mi voto, y un saludo.
Muchas gracias me ha encantado tu comentario.
Pues menos mal que los imbéciles tenemos cabida allí arriba, aunque somos tantos que no sé yo si habrá sitio para todos.
Buena crítica, Mar.
Un saludo