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Lidia Ramallo Sánchez 

Echó un ultimo vistazo al despacho y cerró la puerta para siempre. La humanidad había fallado de nuevo y él ya no tenía edad para vigilar y proteger el planeta sin ayuda. Su salud se resentía. Después de tantos años luchando como abogado tiraba la toalla. No había acceso a la justicia, gobernantes y magistrados estaban comprados, así que tendrían lo que se merecían. Los árboles desaparecerían, las aguas se secarían y la tierra se partiría en pedazos.. La vida dejaría de existir. Se fue a casa y se sentó en su sillón favorito. La música de un arpa empezó a sonar. ¡Estaba en el paraíso! Llamó a su incondicional amigo Pedro y le pidió que cerrara las puertas a cal y canto. La tierra se estremeció. Mientras la observaba desde el cielo telefoneó a su vecino de abajo.
– Satanás, tú ganas.
Y descansó.

 

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