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Maria Navedo Saurina 

Aquel pueblo era un paraíso. Me escapaba hasta allí para respirar aire puro y desconectar del trabajo del bufete. Y también por nuestra habitual partida. Los lugareños, siempre amables, me esperaban ansiosos. Sin embargo, el pasado fin de semana la partida fue otra: estuvieron en una manifestación para defender sus intereses y reclamar justicia. Este año apenas ha llovido y los residuos que vierten las fábricas en el río ponen en peligro sus cultivos. El alcalde, que sujetaba con ellos la pancarta «rebelión por el clima», ejerció de portavoz ante los medios «Nuestra comunidad vive de la agricultura ecológica, tan demandada en la actualidad. Pero se necesitan cambios radicales, si no el futuro no será sostenible».
La jornada acabó con disturbios y agradeció ver una cara amiga cuando fui a asistirle tras su detención. Nos entendimos con la mirada: eran los primeros pasos en la defensa de nuestro particular Vanuatu.

 

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