Aunque ahora es un hijo más para nosotros, cuando vino a pasar sus primeras vacaciones sanitarias era apenas un ratoncillo de seis años asustado ante lo desconocido. Misha entró en el programa porque su padre, ya muy enfermo, había sido un Policía destinado a cerrar las heridas de la central nuclear.
Los niños afectados por la tragedia de Chernobyl venían a España en verano a disfrutar del clima, a comer alimentos no contaminados y a respirar aire puro, en la esperanza de que eliminaran los residuos radiactivos que se acumulaban en sus frágiles cuerpecitos.
Doce años después, Misha mide casi dos metros y estudia Derecho en Kiev. Dice que quiere conseguir un mundo más sostenible, en el que personas como su padre no pierdan la vida debido a los destrozos provocados por otros seres humanos.
Yo le miro orgullosa y pienso que podrá lograrlo. Es de Justicia.
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Aplaudo tu relato, Mª Jesús! Ojalá se cierren las heridas de tantas enfermedades que estamos infligiendo al planeta y a nosotros mismo sin darnos cuenta (o sí, eso es lo más grave!).
Te mando mi voto, un abrazo y un saludo!
Marta
Muchas gracias, Marta. tengo la ventaja de que es real y creo que se nota.
Por tu historia, por la tragedia, por sus muertos enterrados y por sus muertos vivientes, por el planeta y por Misha, al que yo conocí con otro nombre…mi voto. Suerte
Siempre me pregunté por qué Chernobyl se escribía con «b» y no con «v» de vileza.
Brindemos por la graduación de Misha y el comienzo de su ejercicio profesional.
Buena suerte, María Jesús.