El día que yo nací lo hizo también la Constitución. He vivido en democracia, consciente plenamente de ser un miembro más de la ciudadanía. Así que puedo decir que cada aniversario de la Carta Magna para mí era una fiesta.
Pero a veces me pongo triste, porque parece que las nuevas generaciones lo dan por sentado. Mi abuela tuvo que irse a México, mi otro abuelo, después de estar en la cárcel, nunca más pudo ejercer su profesión: fue piloto de la República.
Ahora, que voy a cumplir cuarenta años, doy gracias por todo lo que nuestros padres y abuelos consiguieron para cambiar este país.
Pero también siento que tenemos que defender su legado y, si es preciso, cambiar lo que sea preciso para que acompañe a la siguiente generación. Nada es inamovible en democracia, si se respetan los derechos de todos.
Nos toca.