Imagen de perfilVOLVER A EMPEZAR

Belén Sáenz Montero 

Revivo la despedida. Su carita preocupada, con la piel descamada por el sol y el salitre, se aleja en el pequeño embarcadero. Lloramos los dos al descolgar el título y ver en la pared un cerco grisáceo que nadie será capaz de enderezar. Nunca estuvo derecho, el marco, porque mamita se empeñaba en poner un ramillete de flores de papel en una de las esquinas y lo besaba ruidosa, como se besan los mofletes de un chiquillo. Una vez que hube cruzado la frontera, en este otro lado, he dejado de ser abogado. Han acabado las amenazas por mi defensa de los más desfavorecidos. Platos que fregar y camas que hacer son ahora mi guerra diaria. Tendré una nueva vida y nuevos horizontes si consigo que mis fuerzas no se ahoguen en este océano frío de burocracia. Sólo necesito un colega que me ayude a presentar la solicitud de asilo.

 

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