Imagen de perfilÉxodo

Ulyses Villanueva Tomás 

La columna de inmigrantes paró desordenadamente frente a la alambrada. Sus rostros desencajados y sus cuerpos famélicos apenas podían mantenerse en pie tras tantos kilómetros de huida. La frontera se interponía entre ellos y una nueva vida, lejos de una guerra que duraba años y que les había empujado a un obligado éxodo. Un grupo de militares armados les contemplaba en completo silencio desde el otro lado. El llanto de un niño sobrevoló entonces la enorme columna humana como una petición de asilo, como si el derecho a pasar se formulara en llantos y no en palabras, como si el único abogado que pudiera defenderles en ese momento fuera un niño moribundo y no un hombre de leyes.

 

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