Ulyses Villanueva Tomás

Microrrelatos publicados

  • Género

    Es tal el dolor, Señoría, que a veces no duele. Es como la nostalgia, una enorme tristeza con la que uno ha de convivir con los años y nos hace trágicamente iguales entre las víctimas. Hay en los seres una maravillosa oportunidad de ser diferentes, una sutura en la que algunos, sin embargo, sólo ven una barrera. Si no he sido capaz de confesar hasta ahora tanto maltrato y vejación es justamente por eso, por la extraña necesidad que tenemos las mujeres de comprender al otro, de perdonar todos sus golpes, su cólera, y vivir con las heridas abiertas como si fuera un rasgo normal de nuestro género. Pero hoy, Señoría, entiendo que esa ignorancia era también una forma de someterme, de conciliar dolor y apariencia, sólo un sueño donde ir plantando día a día la semilla de la violencia.

    | Octubre 2017
     Participante

  • Náufrago

    Salí de una nación en guerra hacia un horizonte de paz y prosperidad, Señoría. Crucé algunas fronteras hasta que comenzaron a llamarme refugiado. Entonces ya no me dejaron continuar. Frente a mí una alambrada y un campo donde ir lentamente muriendo. Un abogado trató de explicarnos a todos nuestra situación legal pero en su voz no había esperanza alguna. ¿Se imagina usted que le obligaran a rendirse? ¿Se imagina un lugar construido para los vencidos? Escapé de noche, Señoría, y subí a un barco repleto de otros como yo. El continente parecía alejarse de nosotros a medida que avanzábamos. Entonces el barco se escoró bruscamente, caímos al agua y pocos sobrevivimos. Yo sigo abrazado a los cuerpos de los ahogados, flotando todavía en la inmensidad del mar. Ojalá algún día pudiera repetirle todo esto, Señoría, y mis palabras no fueran llenándose lentamente de espuma y sal.

    | Junio 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • Éxodo

    La columna de inmigrantes paró desordenadamente frente a la alambrada. Sus rostros desencajados y sus cuerpos famélicos apenas podían mantenerse en pie tras tantos kilómetros de huida. La frontera se interponía entre ellos y una nueva vida, lejos de una guerra que duraba años y que les había empujado a un obligado éxodo. Un grupo de militares armados les contemplaba en completo silencio desde el otro lado. El llanto de un niño sobrevoló entonces la enorme columna humana como una petición de asilo, como si el derecho a pasar se formulara en llantos y no en palabras, como si el único abogado que pudiera defenderles en ese momento fuera un niño moribundo y no un hombre de leyes.

    | Octubre 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1