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Marta Trutxuelo García 

Las ráfagas de personas que recorren de este a oeste la pantalla del televisor obligan al letrado a permanecer prisionero en su cómodo sillón. Maletas que transportan toda una vida, con billete sólo de ida. La frontera como primer destino, el asilo como eventual refugio. El abogado se incorpora con lentitud, cargando sobre sus hombros la responsabilidad que decidió llevar hace años. Se aproxima a su mesa de trabajo y toma entre sus manos una fotografía antigua: un niño, una maleta. La guerra se revela en instantáneas similares, hace 70 años o hace cinco minutos. El abogado toma su maletín y se dirige a la Oficina de Asilo y Refugio. Recuerda por qué decidió estudiar Derecho: «Hemos hecho lo que ustedes habrían hecho en nuestro lugar», resuenan en su mente las palabras de los padrinos que acogieron a su padre cuando estuvo exiliado en Francia durante la guerra civil.

 

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